21 febrero 2014

Crónica de un viaje por la Patagonia Argentina 11/11: Estancia Alice y Cerro Frías

Anterior


Después de un desayuno abundante, esperé a que pasaran a buscarme para la excursión de ese día. A las nueve y media me llamaron a mi habitación para avisarme que estaba la camioneta. Tomé la mochila, abrí la puerta y… la camioneta se había ido! No supe qué pasó, pero la camioneta que me había venido a buscar, no me esperó ni un segundo. Se fue a buscar a la gente del hotel de al lado y siguió viaje. Los corrí unos metros, haciendo señas para que me esperasen, pero no se detuvieron y los perdí de vista. Seguí caminando hasta la agencia, que estaba en el centro para pedirles que me solucionaran el problema y en unos minutos pasó a buscarme otra de las vans que estaba terminando el recorrido por los hoteles. Después del malentendido inicial, emprendimos el viaje sin más inconvenientes.

Luego de recorrer 25 kilómetros desde la ciudad de El Calafate en dirección al Glaciar, llegamos al casco de la estancia Alice. Nos esperaban los guías con unas camionetas 4x4 para iniciar el ascenso al Cerro Frías. Allí mismo nos organizaron en grupos para los que hablaban en inglés o en español. Nuestro chofer y guía era Tito, encargado de la Estancia que ocasionalmente recibía a los turistas. La excursión que hice era la opción más descansada, pero también la única que permite el ascenso hasta la cumbre del Cerro Frías, compartido entre las estancias Alice y Cerro Buenos Aires.

Estancia Alice

Vista del Lago Argentino
Desde la cima, se pueden avistar el Macizo del Paine en Chile, el Cerro Fitz Roy y los Brazos Norte y Sur del Lago Argentino. Durante el ascenso, también divisamos distintos animales típicos de la fauna local: guanacos, liebres, peludos, cauquenes… El regalo que nos tenía deparada la cumbre fue poder apreciar en todo su esplendor el majestuoso vuelo de un cóndor sobre nuestras cabezas. Durante varios minutos pudimos verlo desplegando sus alas en todo su esplendor. Ese se convirtió en el “broche de oro” de mi primer viaje por la Patagonia Austral. El viento patagónico se hacía sentir con toda su fuerza allá en la cumbre, así que en cuanto el cóndor desapareció de nuestra vista, emprendimos la bajada hacia el casco de la Estancia, donde ya estaban preparando el almuerzo para los visitantes que habían elegido quedarse. Yo preferí evitar al pobre cordero, a pesar de que pintaba muy apetitoso, así que alrededor de la una del mediodía volví a El Calafate.

El día estaba hermoso. Hacía calor y el sol brillaba con fuerza. Dejé la campera en el hotel y bajé otra vez hasta el centro buscando un lugar donde almorzar. En el camino me encontré con un acto oficial donde estaba entrando en funciones el nuevo jefe de la policía local. Estaba presente el gobernador de Santa Cruz y, en consecuencia, todos los medios de comunicación locales. Me quedé chusmeando un poco y después me fui a comer a  Viva la Pepa. Este es un pequeño restaurante cuya especialidad son las crepes aunque también tienen sándwiches, ensaladas y pizzas individuales de harina integral, todo muy rico, lindo y abundante. Yo elegí la pizza y estaba exquisita. El local es muy lindo y es muy bueno el servicio. Los precios son altos, como en todos lados. 

Esa tarde no volví a tomar ninguna excursión. Seguí caminando por la ciudad, aunque la actividad comercial se paraliza después del mediodía y vuelve a arrancar después de las cinco de la tarde, cuando empieza a retornar la gente de las excursiones. Aproveché para comprar regalos para mi familia y revolver las tiendas de artesanías. En Laguna Negra tomé un delicioso chocolate caliente con torta de manzanas y compré más chocolates y dulce de calafate en Ovejitas de la Patagonia y Chocolates del Turista. Cuando empezó a oscurecer, volví al hotel para hacer la valija. A la mañana siguiente, empezaba el viaje de vuelta a Buenos Aires.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario