08 febrero 2014

Crónica de un viaje por la Patagonia Argentina 5/11: La Ciudad

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Bar Ramos Generales
Me levanté después de las ocho. Después de desayunar, salí a caminar por la ciudad para ver los últimos lugares que me habían quedado pendientes para visitar. Con el correr de los días comprobé que era cierto el consejo de que no vale la pena hacer el city tour en el double decker ya que la ciudad se recorre fácilmente a pie.  Buscando un cajero automático bajé por Maipú y así encontré un bar encantador. “Ramos Generales” es una mezcla de “museo – restaurant – bar – vinoteca – panadería – pastelería y tienda de pret a porter” según reza en el folleto publicitario. Con un chef francés a cargo de la cocina, preparan delicias dulces y saladas que se pueden degustar tranquilamente en un ambiente cálido que invita a quedarse. Allí tomé un café y comí la que hasta ahora es la factura más exquisita que probé en mi vida: una masa del hojaldre más delicado, rellena con puré de manzanas y bañada con almíbar. Compré para llevarme unos “buñuelos de vainilla”, especie de cuadraditos con gusto a vainilla que venden al peso y resultaron ser riquísimos también. Sobre un mostrador, exhibían unos originales pingüinos de merengue bañados con chocolate, a los que resistí la tentación de llevarme y solamente les saqué una foto… Salí del bar y seguí caminando por Maipú rumbo a la Casa Bebán. En el camino encontré la pequeña librería “Ediciones de la Lenga” donde compré a muy buen precio una novela en inglés que fui leyendo en los aeropuertos. Ahí descubrí que es mejor pagar en efectivo que con tarjetas de débito o crédito. Les toma un rato largo comunicarse para conseguir autorización, eso si logran comunicarse, por lo que es bueno tenerlo en cuenta si se está apurado o si no se tiene efectivo encima.

Casa Bebán
La Antigua Casa Bebán queda frente al puerto, en la zona opuesta al centro. Está en un área abierta, rodeada por una plaza. La pintoresca vivienda perteneció a uno de los primeros pobladores de Ushuaia y, actualmente, funciona como centro cultural y sala de exposiciones. El día que fui, había una exhibición de objetos y láminas explicativas acerca del naufragio del Monte Cervantes. El episodio del hundimiento del crucero Monte Cervantes ocurrió el miércoles 22 de enero de 1930 y se lo conoce también como el “Titanic argentino”. El barco transportaba cerca de 350 tripulantes y 1120 pasajeros a bordo. La tragedia se desencadenó cuando el buque encalló en unas rocas sumergidas cerca de los islotes “Les Eclarieurs” a poco de su salida del puerto de Ushuaia. Creo que fuera de esta ciudad está bastante poco difundida la trágica historia de este hundimiento en el cual la única víctima fatal fue el capitán, Theodor Dreyer, cuyo cuerpo nunca fue encontrado. Por lo demás, las mismas láminas y objetos similares se encuentran en otros museos de la misma ciudad, así que la muestra no aporta demasiado para ampliar el conocimiento del tema, pero sí para insistir con su difusión.  Luego aproveché el sol y el calorcito que estaba haciendo para quedarme descansando en la plaza, hasta que llegaron unos adolescentes escuchando reggaetón a todo volumen, así que decidí retomar mi camino y fui volviendo hacia el centro. Me habían contado que cuando el día está soleado por un largo rato, los lugareños se desesperan por salir al aire libre. El clima es tan cambiante en la región que en cuanto el sol se instala por unas horas, la gente se pone contenta y sale a tomar sol.


Plaza y costanera al fondo
Pasé por la Secretaría de Turismo para ver si había alguna otra excursión que pudiera aprovechar durante la tarde, pero la ida a la pingüinera de la Estancia Harberton me resultaba muy costosa y pasaba por lugares en los que ya había estado. La otra opción era subir al Glaciar Martial, pero como tenía que hacer un “trekking” en ascenso, lo descarté porque estaba demasiado cansada y necesitaba tomarme un respiro. Encontré demasiada (para mi gusto) oferta de actividades que incluían el trekking. Para el que no está entrenado, no puede o no le gusta caminar tanto, no hay otras alternativas.  Así que otra vez me fui a almorzar a Moustacchio (unos sorrentinos al filetto muy ricos) y después volví un rato al hotel para descansar. Más tarde regresé al centro para deleitarme con un exquisito chocolate en “Chocolates del Turista”, al que acompañé con una porción de tarta de frutos rojos y chocolate blanco. Caminé un rato por la ciudad, esperando que empezara a nevar, pero no tuve suerte. Solo cayó agua nieve y lloviznó durante el resto de la tarde y casi toda la noche. Tenía la ilusión de ver nevar antes de mi regreso a Buenos Aires, pero mi sueño no se cumplió esta vez.


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