21 febrero 2014

Crónica de un viaje por la Patagonia Argentina 8/11: Estancia Cristina

Anterior


Temprano, muy temprano me levanté para ir a la Estancia Cristina. Desayuné rápido y rico. A las siete y cuarto de la mañana me vino a buscar la combi. Mientras pasábamos a buscar a la gente de los otros hoteles, recorrimos casi toda la ciudad de El Calafate. 

La Estancia Cristina ocupa 22.000 hectáreas sobre el Brazo Norte del Lago Argentino. Fue fundada en 1914 por Joseph Percival Masters, un inglés que llegó a la Patagonia en 1900 y, luego de unos años en Río Gallegos, decidió instalarse allí junto con su esposa Jessie y sus hijos Herbert y Cristina. Tras el fallecimiento de sus padres y su hermana, la Estancia fue heredada por Herbert, quien se había casado con Janet Mc Donald. En 1984, Janet queda sola a cargo del establecimiento. Debido a la falta de mantenimiento, la Estancia comenzó a deteriorarse y ante un esfuerzo por revalorizarla, decidió abandonar la ganadería para dedicarse a la actividad turística. Finalmente, en 1997 fallece y la Estancia queda en manos del Estado ya que ella y Herbert no habían tenido descendencia. En la actualidad, el establecimiento está dedicado exclusivamente al turismo.

Barrera de témpanos
Poco más de una hora después de la salida del hotel llegamos al puerto de Punta Bandera, donde nos reunieron con la gente que venía en otras combis o en autos particulares para empezar la excursión. Nos embarcamos en un catamarán que fue surcando el Lago Argentino, ya que esta es la única vía para llegar a la Estancia. La navegación fue espectacular. Pudimos apreciar paisajes incomparablemente bellos, formados por la erosión glaciaria. Vimos un cóndor escondido entre unas rocas y caballos salvajes pastando en la ladera de un monte. Más adelante empezaron a desfilar los témpanos desprendidos del frente del glaciar Upsala y que forman una barrera de 20 kilómetros. Alucinados, todos los que estábamos en el catamarán empezamos a sacar fotos descontroladamente. Era emocionante contemplar ese panorama. Cuando nos calmamos un poco, el barco siguió viaje por el Canal Cristina, rumbo a la costa de la Estancia.

Mirador del Upsala
Alrededor de las 11.00 llegamos al embarcadero. Allí nos separaron en grupos según las alternativas de excursión que habíamos contratado. Los que habíamos elegido la opción “Discovery” subimos inmediatamente en unos vehículos 4 x 4 donde me encontré con los brasileños que había conocido en la excursión del Parque Nacional de Tierra del Fuego.  Recorrimos un complicado camino de nueve kilómetros y bajamos antes de llegar a una histórica base antártica, para caminar desde allí un corto trecho hasta el Mirador del Upsala. Este Mirador permite apreciar al glaciar Upsala en toda su magnificencia. Desde ese punto se observa el frente oriental del glaciar apoyado sobre las aguas lechosas del Lago Guillermo. Hacia atrás, el Campo de Hielo Patagónico Sur se extiende por la Cordillera de los Andes.  Luego subimos otra vez a las 4 x 4 para dirigirnos al casco de la Estancia donde está el restaurante. Allí sirven un menú fijo para turistas y tienen una cafetería mínima. Se puede llevar vianda para comer en el lugar, lo cual es bueno tenerlo en cuenta ya que el precio del almuerzo (que incluye al omnipresente cordero) es bastante elevado, aunque la cafetería tiene precios razonables. 

Lodges de la Estancia Cristina
Luego de la pausa para almorzar, comenzamos a recorrer el antiguo galpón de esquila, reconvertido en museo costumbrista, donde pudimos ver objetos que pertenecieron a la familia Masters, herramientas de uso diario para las distintas tareas que se desarrollaban en la Estancia y fotografías que documentaban hechos históricos ocurridos en aquellos parajes.  La Estancia cuenta también con un jardín botánico donde se pueden apreciar algunas raras especies arbóreas entre las que sorprenden un par de sequoias centenarias.

Capilla de la Estancia
Seguimos caminando hacia el Río Caterina con su noria y su puentecito hasta que llegamos a la pequeña capilla de madera construida en memoria de un grupo de estudiosos de la historia patagónica que perecieron en abril de 2001 en un accidente aéreo cuando se dirigían a la Estancia. Alrededor de las cinco de la tarde volvimos caminando hasta el catamarán para emprender lentamente el regreso.  El paseo fue inolvidable y permite recorrer en un solo día muchos de los principales atractivos que caracterizan a la Patagonia Austral: la antigua estancia, los lagos, el glaciar, la meseta patagónica, la vegetación, las aves y deleitarse comiendo cordero.

Lago sin nombre
Los paisajes son incomparablemente bellos y, dadas las características geográficas de aislamiento de la zona, es imposible apreciarlos si no es tomando esta excursión.  Entre los visitantes encontré gente de todo el mundo y, otra vez, muy pocos argentinos. Este tipo de visita requiere una logística especial cuyos costos son muy elevados, lo cual se refleja en las tarifas que abonan los pasajeros. Por esta razón, para una familia tipo argentina de clase media le resulta casi imposible elegir estos destinos para sus vacaciones y por eso los argentinos que encontré eran parejas o gente que viajaba sola. No obstante, muchos extranjeros se quejan de las tarifas diferenciales para visitantes residentes, del resto del país, del Mercosur y resto del mundo.  Igualmente, este paseo vale cada centavo invertido y, junto con la visita al Perito Moreno, es uno de los imperdibles cuando se viaja a El Calafate. El único punto en contra fue el flojo desempeño de los guías. El chico que nos guiaba en el catamarán tenía tan mala dicción que se le entendía la mitad de lo que hablaba en castellano y su traducción al inglés era vergonzosa. En algún momento, dejó de explicar para irse a fumar a la cubierta y quedarse charlando con una chica. En el recorrido por la Estancia, otro de los guías tampoco sabía los nombres de los lugares por donde pasábamos porque hacía poco tiempo que trabajaba ahí, así que me quedé sin saber cómo se llamaba ese lago tan bonito al que le saqué una foto…Pero igual esto no logró empañar de ninguna manera la experiencia y, en el balance final, quedó como una anécdota más del día. Regresé al hotel a las ocho de la noche, agotada, pero feliz.


Continuar leyendo acá


No hay comentarios.:

Publicar un comentario