21 febrero 2014

Crónica de un viaje por la Patagonia Argentina 10/11: El Perito Moreno

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Poco después de las siete y media de la mañana me pasó a buscar el micro. Contraté la excursión con mini trekking de Hielo y Aventura, la única agencia habilitada para llegar hasta el Glaciar.

El Parque y Reserva Nacional Los Glaciares ocupa una superficie de 724.000 hectáreas ubicadas al sudoeste de la provincia de Santa Cruz y a 80 kilómetros de la ciudad de El Calafate. El área protegida fue creada en 1937. En 1971 se establecen los límites actuales y en 1981 la Unesco incorpora al Parque a la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad. 

Frente del Glaciar Perito Moreno

Alrededor de las 9.40 llegamos al Centro de Visitantes del Parque y luego de una breve explicación para ubicarnos, tuvimos tiempo libre hasta las 10.30 para recorrer las pasarelas a gusto. Si bien desde la ruta de ingreso al Parque habíamos tenido las primeras vistas del Glaciar, las pasarelas nos permitieron estar frente a frente con él. Estas pasarelas se ubican frente a la cara norte del Glaciar y poseen varios miradores en diferentes altitudes. Están señalizadas y se pueden recorrer cómodamente durante horas. Me resultó muy útil seguir el consejo de llevar anteojos de sol para no encandilarme con el reflejo del sol y poder apreciar mejor las variaciones de azul que se producen en las paredes de hielo.

Caminando sobre el Glaciar
La sensación de estar en ese lugar es realmente emocionante. No se puede poner en palabras la experiencia de ver caer los trozos de hielo del frente del Glaciar sobre el Canal de los Témpanos. Me quedé largo rato extasiada contemplando tan maravilloso espectáculo y escuchando los ruidos del gigante blanco que tenía frente a mis ojos.  Luego nos dirigimos hacia el Puerto ubicado en la Bahía “Bajo de las Sombras”, donde nos embarcamos en un catamarán para cruzar el Brazo Rico frente a la pared sur del Glaciar. Allí llegamos a un refugio donde pudimos almorzar y un rato más tarde, comenzamos a prepararnos para la caminata. Nos dividieron en grupos de 15 personas, para darnos una breve charla sobre los glaciares y luego llevarnos hasta otro refugio donde nos colocaron los grampones obligatorios para caminar sobre el hielo, nos enseñaron a usarlos y entonces lentamente empezamos el ascenso. Dos guías acompañaban a cada grupo y cuidaron permanentemente de todos los detalles de seguridad de forma tal que todos pudiéramos disfrutar a pleno de la experiencia. La caminata requiere un esfuerzo físico moderado, pero que está recompensado por la vista de un paisaje asombroso formado por las capas de hielo comprimido durante miles de años.  La caminata duró poco más de una hora y media, así que a las tres de la tarde estuvimos abajo otra vez.

Brindis de despedida
La despedida del Glaciar fue con el tradicional brindis con hielo extraído in situ. Luego, a desandar el camino: caminata al refugio donde habíamos dejado las mochilas, catamarán por el Lago Rico hasta llegar al punto de encuentro en el parque y desde allí, subida al micro que nos fue repartiendo por los hoteles. A las cinco de la tarde estuve de vuelta en la Posada, muy feliz por haber pasado una jornada tan intensa y a la vez, inolvidable.  Realmente fue un día perfecto. El clima estaba soleado y con poco viento, no hacía mucho frío. La organización de la excursión fue muy profesional, desde que nos pasaron a buscar por el hotel hasta la vuelta. Mariana, la guía, nos fue contando desde el principio cómo se iba a desarrollar la jornada y la forma en que podríamos aprovechar mejor el tiempo de la excursión. El micro era nuevo y con asientos muy cómodos. El conductor, amable y eficiente. La guía muy atenta y muy preparada, además de haber sido la primera persona que encontré dedicada al turismo que sabía hablar perfecto inglés. Los guías de montaña también eran expertos en su oficio y todo el tiempo estaban atentos a la seguridad de los participantes. Las explicaciones fueron siempre muy completas y didácticas. Los medios de transporte estaban en muy buen estado. El Parque está muy cuidado y todo el tiempo se le recuerda a los visitantes que deben mantener la limpieza de ese espacio y no dejar residuos por los lugares donde pasen. Los baños estaban limpios y eran cómodos.

Dejé la mochila en el hotel y volví al pueblo a tomar un chocolate caliente en Borges & Alvarez. Pasé por una agencia y reservé para el día siguiente la excursión a Cerro Frías, aprovechando un voucher de descuento que me habían regalado cuando contraté el transfer desde el aeropuerto. Después pasé por La Anónima para comprar provisiones para la cena y volví al hotel.


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