18 febrero 2015

Minivacaciones en Cataratas del Iguazú - 3/3 Las Cataratas


Mi primer contacto con las Cataratas del Iguazú fue a través de la visita al lado brasileño. Ese día amaneció lloviendo y, si bien el mal clima continuó hasta las primeras horas de la tarde, no fue suficiente para ahogar nuestro entusiasmo por el paseo que estaba por comenzar.

Mientras esperábamos para subir al micro, compramos unos pilotos de plástico transparente que unos vendedores ambulantes ofrecían en la puerta del hotel. Nos dijeron que siempre son más baratos que si se compran en el Parque, dato que resultó ser cierto.

Puente Tancredo Neves
A poco de cruzar la frontera por el Puente Internacional Tancredo Neves, se llega al Parque Nacional de Iguazú ubicado a 28 kilómetros de Foz de Iguazú en Brasil.

El Parque alberga una enorme variedad de flora y fauna representativa de Brasil. Como el 80% de los saltos se encuentran del lado argentino y de frente al parque brasileño, las mejores vistas se aprecian desde este lado.

El Parque cuenta con una sola pasarela de poco más de un kilómetro de largo que recorre todos los saltos y termina en el mirador de la Garganta del Diablo. Quizás el más impactante de esos miradores es el que está frente al salto Floriano. Allí se puede subir mediante ascensores o usando la escalera, pero con la lluvia de ese día la escalera no era lo más recomendable. Tan cerca y de frente es la vista, que es imposible no empaparse con el agua que estalla desde la cima del salto.

Las Cataratas vistas desde Brasil

La vista del salto Floriano
La lluvia se hacía cada vez más intensa, por lo que debimos cancelar una visita a un parque de aves cercano. En la agencia me reintegraron lo que había pagado por ese paseo adicional y, a cambio, seguimos el recorrido con el resto del grupo. Como ya era mediodía, nos llevaron a almorzar a la churrascaría Rafaín en Foz de Iguazú. El paseo terminó con una breve visita al Duty Free Shop antes de que nos llevaran de vuelta al hotel. 

El último día de las vacaciones estuvo destinado a recorrer el lado argentino de las Cataratas. Afortunadamente, a diferencia de la lluvia del día anterior, ese día amaneció soleado y hacía mucho calor.

El Parque Nacional Iguazú está ubicado a 18 kilómetros de Puerto Iguazú. Lleva el nombre del río que le sirve de límite norte y que en idioma guaraní significa "agua grande". Fue creado en 1934 y posee una superficie de 67.720 hectáreas pertenecientes a la ecorregión Selva Paranaense. Dentro del Parque se encuentran las Cataratas del Iguazú con sus 275 saltos que oscilan entre los 30 y 80 metros de altura.

Las Cataratas desde el lado argentino
En 1984 fue declarado Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO.  En 2011 las Cataratas fueron seleccionadas como Nueva Maravilla Natural del Mundo. En 2013, nuevamente la UNESCO distingue al Parque Nacional Iguazú como Valor Universal Excepcional, por su importancia cultural y natural que trasciende las fronteras y cobra relevancia para las generaciones presentes y futuras.

El Tren Ecológico de la Selva
Nuestro recorrido se inició en el Centro de Visitantes. Luego de adquirir los tickets de ingreso, nos acercamos a la Estación Central para abordar el Tren Ecológico de la Selva con el que nos adentraríamos en el Parque. Desde allí fuimos hasta la estación Cataratas para acceder a los circuitos Superior e Inferior. No pudimos llegar hasta la Garganta del Diablo ya que en ese momento el puente estaba en reparación luego de la gran crecida del río durante el invierno.

La caminata por las pasarelas nos llevó hasta los Saltos Dos Hermanas, Chico, Ramírez, Bossetti,  Adán y Eva, Guardaparque Bernabé Méndez y el mirador del salto Mbiguá. En algunos tramos, parábamos para descansar o quedarnos más tiempo apreciando las vistas. Había mucha gente haciendo el recorrido, así que por momentos era necesario tener paciencia y aguardar el turno para poder tomar fotografías o acercarse a disfrutar mejor del panorama.


Un coatí
Además de la enorme variedad de mariposas que hay en el Parque, durante todo el camino nos acompañaron los coatíes. Estos animalitos, que parecen muy simpáticos al principio, se especializan en “robarle” la comida u objetos personales a los turistas, por lo que hay que estar alerta cuando se acercan. Por todo el Parque hay carteles previniendo que no se los toque ya que pueden transmitir enfermedades.  Mucho menos sociable es el comportamiento de las esquivas lagartijas o de los lagartos, que prefieren quedarse descansando al sol mientras que tucanes, loros y jotes nos espiaban entre el follaje.

Al terminar la visita nos fuimos a almorzar en los restaurantes que están cerca de la entrada del parque. Los precios en estos locales son muy elevados, de hecho, hay cadenas de casas de comida que están en Buenos Aires y allí los precios son considerablemente más bajos por los mismos productos. La explicación que dan los empleados para justificar esto es que el transporte hasta Iguazú encarece los precios, pero más parece una conducta abusiva por parte de los dueños de los locales o del concesionario del Parque hacia el turista que, paradójicamente, constituye la principal fuente de ingresos de la zona.

En general, la atención al turista no es buena, tanto en los comercios de Puerto Iguazú como en los hoteles y demás prestadores de servicios. Por supuesto que hay excepciones, los guías de turismo están entre ellas, pero en general, se tiene la sensación de llegar a un lugar donde todos están hartos de tratar con los turistas y, como el atractivo que capta al turismo parece ser un recurso de interés inagotable, nadie se esfuerza demasiado por hacer de su ciudad un lugar mejor. Me llamó particularmente la atención este detalle, ya que no recuerdo haber regresado con una impresión similar de otros lugares de la Argentina.

La excursión por las Cataratas Argentinas finalizó luego del almuerzo y con ella terminaron también las vacaciones. Alrededor de las cuatro de la tarde estuvimos de vuelta en el hotel donde nos quedamos descansando hasta que, un par de horas más tarde, nos vinieron a buscar para ir al aeropuerto.


17 febrero 2015

Minivacaciones en Cataratas del Iguazú - 2/3 Ruinas de San Ignacio y Minas de Wanda


El lunes bien temprano, nos pasaron a buscar para iniciar la excursión a las Ruinas de San Ignacio y Minas de Wanda.

La ciudad de Colonia Wanda dista  40 kilómetros de Iguazú sobre la Ruta Nacional 12. Las minas de piedras preciosas a cielo abierto son su atractivo principal. Allí se estableció la Compañía Minera Wanda que se encarga de extraer, procesar y vender las piedras. La visita consiste en un recorrido por la mina mientras un guía explica cómo se desarrolla la actividad y las características de las piedras que allí se encuentran. A simple vista, en las paredes y suelo de la mina se pueden ver fragmentos de ágatas, cuarzos, cristales de roca, amatistas o topacios. En una tienda ubicada a la entrada del complejo, se pueden adquirir piedras y otros objetos para llevarse de recuerdo. Afortunadamente, hay opciones para todos los presupuestos.

Minas de Wanda
Siguiendo por la Ruta 12, cerca del mediodía llegamos a las Ruinas Jesuíticas de San Ignacio Miní. Ubicadas a 240 kilómetros de Puerto Iguazú, la misión data de mediados del siglo XVII. Junto con las Reducciones de Nuestra Señora de Loreto, Santa Ana y Santa María la Mayor fueron declaradas Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco en 1984.

Luego de un almuerzo rápido, ingresamos en el Centro de Interpretación donde se puede aprender acerca del contexto en el que se desarrolló esta cultura. Se destaca una maqueta de cómo fue originalmente la Reducción de San Ignacio Miní. El trazado urbano partía de una cruz que marcaba el centro de la reducción y el corazón de la plaza. En uno de los laterales sobresalía la iglesia que se complementaba con la residencia de los padres, colegio y talleres, mientras que del otro lado se ubicaban la residencia de las viudas y el cementerio. Luego se acomodaban las viviendas, el cabildo y las tierras de cultivo y labranza.

Maqueta de la Reducción
Los jesuitas fueron expulsados de los dominios españoles por el rey Carlos III en 1767. Como consecuencia, los guaraníes se disgregaron y las misiones quedaron abandonadas a su suerte. Entre 1816 y 1819 fueron destruidas y saqueadas por las invasiones portuguesas y paraguayas. En la década de 1940 la Reducción de San Ignacio Miní fue restaurada.

La visita a las Ruinas la hicimos con un guía local que nos explicó la cómo era la vida y la organización social en la Misión.

Las Ruinas de San Ignacio Miní
Antes de regresar a Puerto Iguazú, pasamos por la localidad de Jardín América para conocer la cooperativa de productores de yerba mate Flor de Jardín. Allí recorrimos las instalaciones mientras nos explicaban cómo se procesa la yerba mate desde que se la cosecha hasta su envasado.

Regresamos al hotel alrededor de las ocho de la noche. Para ese entonces habíamos recorrido un total de 480 kilómetros entre ida y vuelta.

16 febrero 2015

Minivacaciones en Cataratas del Iguazú - 1/3 Puerto Iguazú

Después de un año muy complicado, recién a principios de noviembre pude tomarme unos días de descanso para escaparme de Buenos Aires. No tenía mucho tiempo disponible para organizar un viaje por mi cuenta y el año ya casi se terminaba, así que un día decidí dejar de vueltas con el tema y contratar un paquete turístico en una agencia que conozco desde hace tiempo.

Hay miles de opciones para visitar Cataratas y a veces resulta difícil saber cuál es la propuesta que más nos conviene por precio y servicios incluidos. De todas las alternativas que vi, elegí la que más me gustaba por la cantidad de días que iba a estar en Iguazú, que el viaje era por avión, tenía buenas referencias del hotel, la tarifa estaba dentro del presupuesto que había estimado e incluía las excursiones que quería hacer.

Partimos un domingo a la mañana en el vuelo de Aerolíneas Argentinas que inicialmente estaba programado para despegar a las 5.40 pero que, debido a las malas condiciones climáticas en el destino, se retrasó un par de horas. A pesar de eso, llegamos alrededor de las 10.00 y el sol brillaba a pleno sobre la selva misionera, por lo que pudimos aprovechar el día al máximo.

Al llegar, nos estaba esperando la combi de la Agencia Caracol para llevarnos al hotel. Con ellos realizamos todas las excursiones durante nuestra estadía. Siempre fueron muy amables, muy puntuales y no se produjo ningún sobresalto.

Nos alojamos en el Orquídeas Hotel yCabañas. Este hotel está ubicado sobre la Ruta 12, cerca de la entrada de Puerto Iguazú y algo lejos del centro. Está rodeado por un parque lleno de árboles, plantas y pájaros. Nos tocó una habitación muy cómoda, limpia y luminosa. El hotel tiene una pileta de natación muy linda, pero no pude aprovecharla ya que durante el día pasé muy poco tiempo en el lugar.

El domingo no teníamos ninguna actividad programada, así que a la tarde nos dedicamos a recorrer la ciudad de Puerto Iguazú. Vimos que había micros que pasaban por la ruta en dirección al centro, pero las frecuencias eran muy espaciadas y nadie supo decirnos cuál debíamos tomar. Finalmente, tomamos un remise desde el hotel para ir al Hito Tres Fronteras y desde allí caminamos por la costanera hacia el Centro. Ese día los paseos en lancha por el río se habían suspendido por cuestiones climáticas, por lo que no había mucho para hacer. Tampoco pudimos ir a Ciudad del Este ya que los micros habían partido a la mañana temprano y no volvían a salir más tarde. Se puede arreglar para ir con un remise, pero preferimos conocer primero Puerto Iguazú.

La Triple Frontera en Puerto Iguazú
El Hito Tres Fronteras está emplazado en la confluencia de los ríos Iguazú y Paraná. Es el único lugar en el mundo donde dos ríos dividen tres naciones: Argentina, Brasil y Paraguay. En las costas de estos países existe un hito similar pintado con los colores de la bandera de cada uno. Sobre el Paraná se observa el Puente de la Amistad, que une las ciudades de Foz de Iguazú en Brasil y Ciudad del Este en Paraguay. Sobre el Iguazú se extiende el Puente Tancredo Neves, que une a Puerto Iguazú en Argentina con Foz de Iguazú en Brasil.

El paseo por la costanera bordea el río Iguazú y desde allí se puede acceder a los distintos miradores para obtener panorámicas del paisaje o quedarse descansando frente al río en las plazoletas mientras los chicos se entretienen en los juegos. Subiendo por ese camino, se llega hasta el centro de la ciudad, justo en la Plaza San Martín y la Catedral Virgen del Carmen. Quizás por el calor o porque era domingo, casi todo estaba cerrado y había muy poca gente por la calle, así que decidimos tomar otro remise hasta el Duty Free, cerca de la frontera con Brasil, donde pasamos el final de la tarde recorriendo el shopping y comprando algunos regalos.

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21 febrero 2014

Crónica de un viaje por la Patagonia Argentina 11/11: Estancia Alice y Cerro Frías

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Después de un desayuno abundante, esperé a que pasaran a buscarme para la excursión de ese día. A las nueve y media me llamaron a mi habitación para avisarme que estaba la camioneta. Tomé la mochila, abrí la puerta y… la camioneta se había ido! No supe qué pasó, pero la camioneta que me había venido a buscar, no me esperó ni un segundo. Se fue a buscar a la gente del hotel de al lado y siguió viaje. Los corrí unos metros, haciendo señas para que me esperasen, pero no se detuvieron y los perdí de vista. Seguí caminando hasta la agencia, que estaba en el centro para pedirles que me solucionaran el problema y en unos minutos pasó a buscarme otra de las vans que estaba terminando el recorrido por los hoteles. Después del malentendido inicial, emprendimos el viaje sin más inconvenientes.

Luego de recorrer 25 kilómetros desde la ciudad de El Calafate en dirección al Glaciar, llegamos al casco de la estancia Alice. Nos esperaban los guías con unas camionetas 4x4 para iniciar el ascenso al Cerro Frías. Allí mismo nos organizaron en grupos para los que hablaban en inglés o en español. Nuestro chofer y guía era Tito, encargado de la Estancia que ocasionalmente recibía a los turistas. La excursión que hice era la opción más descansada, pero también la única que permite el ascenso hasta la cumbre del Cerro Frías, compartido entre las estancias Alice y Cerro Buenos Aires.

Estancia Alice

Vista del Lago Argentino
Desde la cima, se pueden avistar el Macizo del Paine en Chile, el Cerro Fitz Roy y los Brazos Norte y Sur del Lago Argentino. Durante el ascenso, también divisamos distintos animales típicos de la fauna local: guanacos, liebres, peludos, cauquenes… El regalo que nos tenía deparada la cumbre fue poder apreciar en todo su esplendor el majestuoso vuelo de un cóndor sobre nuestras cabezas. Durante varios minutos pudimos verlo desplegando sus alas en todo su esplendor. Ese se convirtió en el “broche de oro” de mi primer viaje por la Patagonia Austral. El viento patagónico se hacía sentir con toda su fuerza allá en la cumbre, así que en cuanto el cóndor desapareció de nuestra vista, emprendimos la bajada hacia el casco de la Estancia, donde ya estaban preparando el almuerzo para los visitantes que habían elegido quedarse. Yo preferí evitar al pobre cordero, a pesar de que pintaba muy apetitoso, así que alrededor de la una del mediodía volví a El Calafate.

El día estaba hermoso. Hacía calor y el sol brillaba con fuerza. Dejé la campera en el hotel y bajé otra vez hasta el centro buscando un lugar donde almorzar. En el camino me encontré con un acto oficial donde estaba entrando en funciones el nuevo jefe de la policía local. Estaba presente el gobernador de Santa Cruz y, en consecuencia, todos los medios de comunicación locales. Me quedé chusmeando un poco y después me fui a comer a  Viva la Pepa. Este es un pequeño restaurante cuya especialidad son las crepes aunque también tienen sándwiches, ensaladas y pizzas individuales de harina integral, todo muy rico, lindo y abundante. Yo elegí la pizza y estaba exquisita. El local es muy lindo y es muy bueno el servicio. Los precios son altos, como en todos lados. 

Esa tarde no volví a tomar ninguna excursión. Seguí caminando por la ciudad, aunque la actividad comercial se paraliza después del mediodía y vuelve a arrancar después de las cinco de la tarde, cuando empieza a retornar la gente de las excursiones. Aproveché para comprar regalos para mi familia y revolver las tiendas de artesanías. En Laguna Negra tomé un delicioso chocolate caliente con torta de manzanas y compré más chocolates y dulce de calafate en Ovejitas de la Patagonia y Chocolates del Turista. Cuando empezó a oscurecer, volví al hotel para hacer la valija. A la mañana siguiente, empezaba el viaje de vuelta a Buenos Aires.




Crónica de un viaje por la Patagonia Argentina 10/11: El Perito Moreno

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Poco después de las siete y media de la mañana me pasó a buscar el micro. Contraté la excursión con mini trekking de Hielo y Aventura, la única agencia habilitada para llegar hasta el Glaciar.

El Parque y Reserva Nacional Los Glaciares ocupa una superficie de 724.000 hectáreas ubicadas al sudoeste de la provincia de Santa Cruz y a 80 kilómetros de la ciudad de El Calafate. El área protegida fue creada en 1937. En 1971 se establecen los límites actuales y en 1981 la Unesco incorpora al Parque a la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad. 

Frente del Glaciar Perito Moreno

Alrededor de las 9.40 llegamos al Centro de Visitantes del Parque y luego de una breve explicación para ubicarnos, tuvimos tiempo libre hasta las 10.30 para recorrer las pasarelas a gusto. Si bien desde la ruta de ingreso al Parque habíamos tenido las primeras vistas del Glaciar, las pasarelas nos permitieron estar frente a frente con él. Estas pasarelas se ubican frente a la cara norte del Glaciar y poseen varios miradores en diferentes altitudes. Están señalizadas y se pueden recorrer cómodamente durante horas. Me resultó muy útil seguir el consejo de llevar anteojos de sol para no encandilarme con el reflejo del sol y poder apreciar mejor las variaciones de azul que se producen en las paredes de hielo.

Caminando sobre el Glaciar
La sensación de estar en ese lugar es realmente emocionante. No se puede poner en palabras la experiencia de ver caer los trozos de hielo del frente del Glaciar sobre el Canal de los Témpanos. Me quedé largo rato extasiada contemplando tan maravilloso espectáculo y escuchando los ruidos del gigante blanco que tenía frente a mis ojos.  Luego nos dirigimos hacia el Puerto ubicado en la Bahía “Bajo de las Sombras”, donde nos embarcamos en un catamarán para cruzar el Brazo Rico frente a la pared sur del Glaciar. Allí llegamos a un refugio donde pudimos almorzar y un rato más tarde, comenzamos a prepararnos para la caminata. Nos dividieron en grupos de 15 personas, para darnos una breve charla sobre los glaciares y luego llevarnos hasta otro refugio donde nos colocaron los grampones obligatorios para caminar sobre el hielo, nos enseñaron a usarlos y entonces lentamente empezamos el ascenso. Dos guías acompañaban a cada grupo y cuidaron permanentemente de todos los detalles de seguridad de forma tal que todos pudiéramos disfrutar a pleno de la experiencia. La caminata requiere un esfuerzo físico moderado, pero que está recompensado por la vista de un paisaje asombroso formado por las capas de hielo comprimido durante miles de años.  La caminata duró poco más de una hora y media, así que a las tres de la tarde estuvimos abajo otra vez.

Brindis de despedida
La despedida del Glaciar fue con el tradicional brindis con hielo extraído in situ. Luego, a desandar el camino: caminata al refugio donde habíamos dejado las mochilas, catamarán por el Lago Rico hasta llegar al punto de encuentro en el parque y desde allí, subida al micro que nos fue repartiendo por los hoteles. A las cinco de la tarde estuve de vuelta en la Posada, muy feliz por haber pasado una jornada tan intensa y a la vez, inolvidable.  Realmente fue un día perfecto. El clima estaba soleado y con poco viento, no hacía mucho frío. La organización de la excursión fue muy profesional, desde que nos pasaron a buscar por el hotel hasta la vuelta. Mariana, la guía, nos fue contando desde el principio cómo se iba a desarrollar la jornada y la forma en que podríamos aprovechar mejor el tiempo de la excursión. El micro era nuevo y con asientos muy cómodos. El conductor, amable y eficiente. La guía muy atenta y muy preparada, además de haber sido la primera persona que encontré dedicada al turismo que sabía hablar perfecto inglés. Los guías de montaña también eran expertos en su oficio y todo el tiempo estaban atentos a la seguridad de los participantes. Las explicaciones fueron siempre muy completas y didácticas. Los medios de transporte estaban en muy buen estado. El Parque está muy cuidado y todo el tiempo se le recuerda a los visitantes que deben mantener la limpieza de ese espacio y no dejar residuos por los lugares donde pasen. Los baños estaban limpios y eran cómodos.

Dejé la mochila en el hotel y volví al pueblo a tomar un chocolate caliente en Borges & Alvarez. Pasé por una agencia y reservé para el día siguiente la excursión a Cerro Frías, aprovechando un voucher de descuento que me habían regalado cuando contraté el transfer desde el aeropuerto. Después pasé por La Anónima para comprar provisiones para la cena y volví al hotel.


Crónica de un viaje por la Patagonia Argentina 9/11: El Calafate

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Me levanté un poco más tarde de lo habitual y aproveché para desayunar tranquila y abundantemente, como no lo había hecho hasta ese momento durante las vacaciones. No tenía nada planeado para ese día, así que empecé a averiguar por excursiones cortas y surgió la posibilidad de hacer una cabalgata por las afueras de la ciudad. Verónica de la posada, llamó para ver si había disponibilidad y alrededor de las once de la mañana me pasaron a buscar. “Cabalgata en Patagonia” es la agencia que organiza estos paseos y a su cargo está el “Chabón” Holzmann, un gaucho descendiente de húngaros, nacido en San Isidro, que desde muy jovencito se afincó en El Calafate y con el tiempo decidió dedicarse a criar caballos para hacer cabalgatas y a crear una escuela familiar de equitación. Este tipo de cabalgatas cortas tiene la particularidad de estar pensadas para gente que tiene poca o ninguna experiencia en el tema y son aptas para ir con los chicos. También ofrecen la opción de hacer cabalgatas más largas.

El grupo que participó era bastante heterogéneo: una pareja joven de Brasil, un matrimonio cincuentón de Londres, una familia de Calafate, una madre con su hija adolescente provenientes de Pergamino y una señora escocesa de apellido Patterson que viajaba sola recorriendo la tierra de sus antepasados: su abuelo, un director de escuela, había sido pionero en Río Gallegos a principios del siglo XX. Mientras íbamos en la camioneta casi toda la conversación se desarrollaba en inglés, lo cual le imprimió un tono bastante particular al viaje, ya que a todos nos parecía muy raro y gracioso a la vez, estar hablando en inglés con un gaucho.
Preparados para la cabalgata
El paseo fue muy divertido. Recorrimos las afueras de El Calafate desde la zona de Bahía Redonda hasta Punta Soberana. Desde los cerros circundantes disfrutamos de una vista panorámica de la ciudad y el Lago Argentino. A mí me dieron un caballo de unos ocho o nueve años llamado “Karma” que resultó ser el más indisciplinado del grupo. Los gauchos se rieron bastante de mis torpes intentos por dominarlo y varias veces tuvieron que ayudarme a hacerlo volver al camino, pero la cosa nunca pasó a mayores y el paseo se desarrolló sin inconvenientes. El trayecto duró poco más de una hora y media. Cuando volvimos al puesto desde donde habíamos partido, nos convidaron con mate y unas tortas fritas exquisitas. Me gustó mucho la experiencia. Los gauchos hicieron muy entretenido el paseo, sin dejar de estar pendientes ni por un segundo de la seguridad de todos los participantes. A eso de la una de la tarde volví al hotel a dejar la campera y salí a almorzar.

En el camino me crucé con una chica de Israel que iba para la costa del Lago Argentino y no sabía el camino, así que saqué mi mapa y juntas buscamos la ruta para llegar hasta allí caminando. Me di cuenta de que ese día había estado hablando en inglés la mitad del tiempo. Los turistas extranjeros seguían siendo la mayoría. Almorcé empanadas y una gaseosa en La Lechuza Pizzas, muy ricas, pero algo caro el lugar.

Desde allí caminé derecho por Ezequiel Bustillo rumbo a la reserva de Laguna Nimez.  A sólo un kilómetro del centro de El Calafate se encuentra la reserva ecológica municipal Laguna Nimez. Se trata de una reserva natural donde se refugian cerca de ochenta especies de aves y donde se puede apreciar la flora típica de la región patagónica. Se debe abonar una entrada para acceder a la reserva y se pueden recorrer los senderos marcados que bordean la laguna y llegan hasta los límites del Lago Argentino. Es un paseo interesante para hacer si se tiene tiempo libre en la ciudad. Recorrerla lleva alrededor de dos horas. Se pueden ver distintas especies de patos, flamencos rosados, cisnes de cuello negro, cauquenes, bandurrias y muchas otras aves.  Con un fotógrafo que me crucé en la reserva hablamos de la cantidad de extranjeros que se encontraban viajando por la Patagonia. Coincidimos en que a los argentinos nos resulta difícil elegir este destino turístico dado lo elevado de los precios tanto para los alojamientos y pasajes como para excursiones, servicios y comida. Cuando el sol empezó a alejarse, volví al centro.

En El Calafate no tomé taxis ni remises porque el hotel estaba cerca del centro y todos los lugares interesantes para ver quedaban a distancias cortas.  En el centro fui  a tomar algo a Borges & Alvarez, un “libro-bar” ubicado en un paseo comercial sobre la calle San Martín. Allí me deleité con un chocolate caliente acompañado con una porción de tarta de manzanas riquísima. Me gustó mucho la decoración del lugar, con bibliotecas llenas de libros a disposición de los clientes, muebles rústicos de madera y objetos antiguos que adornaban paredes y repisas. Después del chocolate, compré algo para cenar en La Anónima y volví al hotel ya que al día siguiente tenía que madrugar otra vez. Esta vez me esperaba la tan ansiada expedición al Glaciar Perito Moreno.

Crónica de un viaje por la Patagonia Argentina 8/11: Estancia Cristina

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Temprano, muy temprano me levanté para ir a la Estancia Cristina. Desayuné rápido y rico. A las siete y cuarto de la mañana me vino a buscar la combi. Mientras pasábamos a buscar a la gente de los otros hoteles, recorrimos casi toda la ciudad de El Calafate. 

La Estancia Cristina ocupa 22.000 hectáreas sobre el Brazo Norte del Lago Argentino. Fue fundada en 1914 por Joseph Percival Masters, un inglés que llegó a la Patagonia en 1900 y, luego de unos años en Río Gallegos, decidió instalarse allí junto con su esposa Jessie y sus hijos Herbert y Cristina. Tras el fallecimiento de sus padres y su hermana, la Estancia fue heredada por Herbert, quien se había casado con Janet Mc Donald. En 1984, Janet queda sola a cargo del establecimiento. Debido a la falta de mantenimiento, la Estancia comenzó a deteriorarse y ante un esfuerzo por revalorizarla, decidió abandonar la ganadería para dedicarse a la actividad turística. Finalmente, en 1997 fallece y la Estancia queda en manos del Estado ya que ella y Herbert no habían tenido descendencia. En la actualidad, el establecimiento está dedicado exclusivamente al turismo.

Barrera de témpanos
Poco más de una hora después de la salida del hotel llegamos al puerto de Punta Bandera, donde nos reunieron con la gente que venía en otras combis o en autos particulares para empezar la excursión. Nos embarcamos en un catamarán que fue surcando el Lago Argentino, ya que esta es la única vía para llegar a la Estancia. La navegación fue espectacular. Pudimos apreciar paisajes incomparablemente bellos, formados por la erosión glaciaria. Vimos un cóndor escondido entre unas rocas y caballos salvajes pastando en la ladera de un monte. Más adelante empezaron a desfilar los témpanos desprendidos del frente del glaciar Upsala y que forman una barrera de 20 kilómetros. Alucinados, todos los que estábamos en el catamarán empezamos a sacar fotos descontroladamente. Era emocionante contemplar ese panorama. Cuando nos calmamos un poco, el barco siguió viaje por el Canal Cristina, rumbo a la costa de la Estancia.

Mirador del Upsala
Alrededor de las 11.00 llegamos al embarcadero. Allí nos separaron en grupos según las alternativas de excursión que habíamos contratado. Los que habíamos elegido la opción “Discovery” subimos inmediatamente en unos vehículos 4 x 4 donde me encontré con los brasileños que había conocido en la excursión del Parque Nacional de Tierra del Fuego.  Recorrimos un complicado camino de nueve kilómetros y bajamos antes de llegar a una histórica base antártica, para caminar desde allí un corto trecho hasta el Mirador del Upsala. Este Mirador permite apreciar al glaciar Upsala en toda su magnificencia. Desde ese punto se observa el frente oriental del glaciar apoyado sobre las aguas lechosas del Lago Guillermo. Hacia atrás, el Campo de Hielo Patagónico Sur se extiende por la Cordillera de los Andes.  Luego subimos otra vez a las 4 x 4 para dirigirnos al casco de la Estancia donde está el restaurante. Allí sirven un menú fijo para turistas y tienen una cafetería mínima. Se puede llevar vianda para comer en el lugar, lo cual es bueno tenerlo en cuenta ya que el precio del almuerzo (que incluye al omnipresente cordero) es bastante elevado, aunque la cafetería tiene precios razonables. 

Lodges de la Estancia Cristina
Luego de la pausa para almorzar, comenzamos a recorrer el antiguo galpón de esquila, reconvertido en museo costumbrista, donde pudimos ver objetos que pertenecieron a la familia Masters, herramientas de uso diario para las distintas tareas que se desarrollaban en la Estancia y fotografías que documentaban hechos históricos ocurridos en aquellos parajes.  La Estancia cuenta también con un jardín botánico donde se pueden apreciar algunas raras especies arbóreas entre las que sorprenden un par de sequoias centenarias.

Capilla de la Estancia
Seguimos caminando hacia el Río Caterina con su noria y su puentecito hasta que llegamos a la pequeña capilla de madera construida en memoria de un grupo de estudiosos de la historia patagónica que perecieron en abril de 2001 en un accidente aéreo cuando se dirigían a la Estancia. Alrededor de las cinco de la tarde volvimos caminando hasta el catamarán para emprender lentamente el regreso.  El paseo fue inolvidable y permite recorrer en un solo día muchos de los principales atractivos que caracterizan a la Patagonia Austral: la antigua estancia, los lagos, el glaciar, la meseta patagónica, la vegetación, las aves y deleitarse comiendo cordero.

Lago sin nombre
Los paisajes son incomparablemente bellos y, dadas las características geográficas de aislamiento de la zona, es imposible apreciarlos si no es tomando esta excursión.  Entre los visitantes encontré gente de todo el mundo y, otra vez, muy pocos argentinos. Este tipo de visita requiere una logística especial cuyos costos son muy elevados, lo cual se refleja en las tarifas que abonan los pasajeros. Por esta razón, para una familia tipo argentina de clase media le resulta casi imposible elegir estos destinos para sus vacaciones y por eso los argentinos que encontré eran parejas o gente que viajaba sola. No obstante, muchos extranjeros se quejan de las tarifas diferenciales para visitantes residentes, del resto del país, del Mercosur y resto del mundo.  Igualmente, este paseo vale cada centavo invertido y, junto con la visita al Perito Moreno, es uno de los imperdibles cuando se viaja a El Calafate. El único punto en contra fue el flojo desempeño de los guías. El chico que nos guiaba en el catamarán tenía tan mala dicción que se le entendía la mitad de lo que hablaba en castellano y su traducción al inglés era vergonzosa. En algún momento, dejó de explicar para irse a fumar a la cubierta y quedarse charlando con una chica. En el recorrido por la Estancia, otro de los guías tampoco sabía los nombres de los lugares por donde pasábamos porque hacía poco tiempo que trabajaba ahí, así que me quedé sin saber cómo se llamaba ese lago tan bonito al que le saqué una foto…Pero igual esto no logró empañar de ninguna manera la experiencia y, en el balance final, quedó como una anécdota más del día. Regresé al hotel a las ocho de la noche, agotada, pero feliz.


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