21 febrero 2014

Crónica de un viaje por la Patagonia Argentina 9/11: El Calafate

Anterior


Me levanté un poco más tarde de lo habitual y aproveché para desayunar tranquila y abundantemente, como no lo había hecho hasta ese momento durante las vacaciones. No tenía nada planeado para ese día, así que empecé a averiguar por excursiones cortas y surgió la posibilidad de hacer una cabalgata por las afueras de la ciudad. Verónica de la posada, llamó para ver si había disponibilidad y alrededor de las once de la mañana me pasaron a buscar. “Cabalgata en Patagonia” es la agencia que organiza estos paseos y a su cargo está el “Chabón” Holzmann, un gaucho descendiente de húngaros, nacido en San Isidro, que desde muy jovencito se afincó en El Calafate y con el tiempo decidió dedicarse a criar caballos para hacer cabalgatas y a crear una escuela familiar de equitación. Este tipo de cabalgatas cortas tiene la particularidad de estar pensadas para gente que tiene poca o ninguna experiencia en el tema y son aptas para ir con los chicos. También ofrecen la opción de hacer cabalgatas más largas.

El grupo que participó era bastante heterogéneo: una pareja joven de Brasil, un matrimonio cincuentón de Londres, una familia de Calafate, una madre con su hija adolescente provenientes de Pergamino y una señora escocesa de apellido Patterson que viajaba sola recorriendo la tierra de sus antepasados: su abuelo, un director de escuela, había sido pionero en Río Gallegos a principios del siglo XX. Mientras íbamos en la camioneta casi toda la conversación se desarrollaba en inglés, lo cual le imprimió un tono bastante particular al viaje, ya que a todos nos parecía muy raro y gracioso a la vez, estar hablando en inglés con un gaucho.
Preparados para la cabalgata
El paseo fue muy divertido. Recorrimos las afueras de El Calafate desde la zona de Bahía Redonda hasta Punta Soberana. Desde los cerros circundantes disfrutamos de una vista panorámica de la ciudad y el Lago Argentino. A mí me dieron un caballo de unos ocho o nueve años llamado “Karma” que resultó ser el más indisciplinado del grupo. Los gauchos se rieron bastante de mis torpes intentos por dominarlo y varias veces tuvieron que ayudarme a hacerlo volver al camino, pero la cosa nunca pasó a mayores y el paseo se desarrolló sin inconvenientes. El trayecto duró poco más de una hora y media. Cuando volvimos al puesto desde donde habíamos partido, nos convidaron con mate y unas tortas fritas exquisitas. Me gustó mucho la experiencia. Los gauchos hicieron muy entretenido el paseo, sin dejar de estar pendientes ni por un segundo de la seguridad de todos los participantes. A eso de la una de la tarde volví al hotel a dejar la campera y salí a almorzar.

En el camino me crucé con una chica de Israel que iba para la costa del Lago Argentino y no sabía el camino, así que saqué mi mapa y juntas buscamos la ruta para llegar hasta allí caminando. Me di cuenta de que ese día había estado hablando en inglés la mitad del tiempo. Los turistas extranjeros seguían siendo la mayoría. Almorcé empanadas y una gaseosa en La Lechuza Pizzas, muy ricas, pero algo caro el lugar.

Desde allí caminé derecho por Ezequiel Bustillo rumbo a la reserva de Laguna Nimez.  A sólo un kilómetro del centro de El Calafate se encuentra la reserva ecológica municipal Laguna Nimez. Se trata de una reserva natural donde se refugian cerca de ochenta especies de aves y donde se puede apreciar la flora típica de la región patagónica. Se debe abonar una entrada para acceder a la reserva y se pueden recorrer los senderos marcados que bordean la laguna y llegan hasta los límites del Lago Argentino. Es un paseo interesante para hacer si se tiene tiempo libre en la ciudad. Recorrerla lleva alrededor de dos horas. Se pueden ver distintas especies de patos, flamencos rosados, cisnes de cuello negro, cauquenes, bandurrias y muchas otras aves.  Con un fotógrafo que me crucé en la reserva hablamos de la cantidad de extranjeros que se encontraban viajando por la Patagonia. Coincidimos en que a los argentinos nos resulta difícil elegir este destino turístico dado lo elevado de los precios tanto para los alojamientos y pasajes como para excursiones, servicios y comida. Cuando el sol empezó a alejarse, volví al centro.

En El Calafate no tomé taxis ni remises porque el hotel estaba cerca del centro y todos los lugares interesantes para ver quedaban a distancias cortas.  En el centro fui  a tomar algo a Borges & Alvarez, un “libro-bar” ubicado en un paseo comercial sobre la calle San Martín. Allí me deleité con un chocolate caliente acompañado con una porción de tarta de manzanas riquísima. Me gustó mucho la decoración del lugar, con bibliotecas llenas de libros a disposición de los clientes, muebles rústicos de madera y objetos antiguos que adornaban paredes y repisas. Después del chocolate, compré algo para cenar en La Anónima y volví al hotel ya que al día siguiente tenía que madrugar otra vez. Esta vez me esperaba la tan ansiada expedición al Glaciar Perito Moreno.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario