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Luego de un día de descanso en la ciudad, decidí tomar la otra excursión que tenía pendiente en mi lista de viaje: San Antonio de los Cobres y, si el clima lo permitía, el Viaducto de la Polvorilla.
Luego de un día de descanso en la ciudad, decidí tomar la otra excursión que tenía pendiente en mi lista de viaje: San Antonio de los Cobres y, si el clima lo permitía, el Viaducto de la Polvorilla.
Esta
vez contraté los servicios de la agencia Del Peregrino, una de las pocas que ofrecía la
excursión por esos días, dado lo incierto del clima y la merma de turistas, ya
que era temporada baja. También me resultó super recomendable por la seriedad y
responsabilidad con que se manejaron.
El
jueves de la excursión, bien temprano, pasó a buscarme por el hotel Don Chicho
Bonaparte con su camioneta. Mis tres jóvenes
compañeros de viaje eran una parejita de Belgrano y una chica de Almagro que
también viajaba por su cuenta. Ese día también había amanecido lluvioso,
pero apenas dejamos atrás la ciudad y sus alrededores, el clima cambió
radicalmente y el sol se adueñó desde entonces del paisaje.
La idea
que rige esta excursión es la de recorrer en forma paralela el camino del Tren
a las Nubes, que en esta época del año no funciona. Se hacen varias paradas a
lo largo del trayecto para poder observar distintos aspectos del trazado del
circuito férreo y tomar fotografías de los paisajes. Si se viaja en el Tren, es
imposible detenerse en estos lugares.
La
primera parada fue en Campo Quijano, donde vimos la primera locomotora que hizo
el recorrido del Tren. Más adelante nos detuvimos en el primero de los
viaductos que aparecen en el trazado y caminamos por las vías para verlo en
detalle y tomarnos más fotos. El primer pueblo al que arribamos a media mañana
fue Santa Rosa de Tastil. Allí un grupo de artesanos del lugar ofrece sus
artículos a los visitantes. Es un pueblo chiquito y muy pobre. La gente
agradece a los turistas que les compren algo, ya que para muchos esa es la
única forma de procurarse un ingreso digno para vivir.
Luego
de visitar Santa Rosa, seguimos directo hasta el Viaducto de la Polvorilla. Fue
una suerte que pudiéramos llegar ya que, debido al clima, hasta el día anterior
el camino había estado intransitable y muy pocos vehículos podían pasar. El
Viaducto, imponente obra del ingenio del hombre, se yergue a 4200 de altura. Y
la altura, se siente en el cuerpo... Nos falta el aire, nos duele la cabeza,
tenemos sueño... Sacamos las mejores fotos que nos permiten nuestras cámaras y
pegamos la vuelta. Ese es el último punto al que llega el viaje del Tren y
desde allí empieza a volver. Nosotros fuimos para San Antonio de los Cobres,
donde planeábamos almorzar.
Ni bien
bajamos de la camioneta al llegar a San Antonio, una nube de vendedoras de
artesanías nos rodeó y nos seguían a todas partes pidiéndonos que les
compráramos algo de lo que tenían para ofrecer. A veces, se alejaban
protestando si no les comprábamos. Otras veces nos regalaban "piedritas
energéticas" para la buena suerte. Tanto yo como una de las chicas que
venía en el tour compramos algunas cositas porque nos daba mucha pena que nos
pidieran con tanta insistencia. San Antonio de los Cobres es uno de los pueblos
más pobres de la Argentina. Al llegar, se tiene la sensación de haber entrado
en un pueblo semivacío, en construcción todavía. La iglesia no está terminada y
no existe ningún elemento arquitectónico que caracterice al lugar, salvo la
estación del Tren a las Nubes. La población masculina trabaja casi en su
totalidad en las minas y suelen pasar mucho tiempo allí antes de regresar a sus
hogares. Las mujeres se quedan en el pueblo con los chicos y se dedican a
vender tejidos de lana de llama y adornitos a los turistas. En la zona se
extrae piedra pómez y con ese material tallan pequeñas iglesias o casitas para
vender a los visitantes como recuerdos. Después de almorzar unas empanadas
riquísimas en un comedor cuyo nombre, lamentablemente, no recuerdo, dimos unas
vueltas por el pueblo, mientras el fuerte viento levantaba el polvo de las
calles y teñía todo de gris. Subimos a la camioneta y por un rato largo nos
costó despegarnos de las caritas tristes y sucias de los chiquitos de San
Antonio.
Un rato
después, llegamos a las ruinas de Santa Rosa de Tastil, un sitio arqueológico
situado en las afueras del pueblito homónimo que habíamos visitado durante la
mañana. Caminamos un poco entre las ruinas del asentamiento, pero el cansancio
y los síntomas del apunamiento que todavía sentía, hicieron que mi paseo fuera
breve y volviera rápido a refugiarme en la camioneta.
El
resto del viaje de vuelta lo pasamos dormitando de a ratos, parando algunas
veces para ver mejor el Nevado del Acay, sentir en la cara el aguanieve que
caía en medio de la puna, descubrir una cascada escondida al costado de una
montaña verde y guardando en la memoria miles de imágenes imposibles de poner
en palabras.
Llegamos
a la ciudad de Salta alrededor de las seis y media de la tarde, luego de haber
realizado un paseo intenso e inolvidable. Esa noche me fui a dormir
temprano. A las siete de la mañana partía el ómnibus para mi siguiente destino:
Humahuaca.
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