12 diciembre 2013

Crónica de un viaje al NOA 2/10: Salta Capital

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Mis vacaciones empezaron un lunes de marzo al mediodía, cuando despegó el avión de Austral que me llevaría a Salta. El avión iba lleno de pasajeros franceses; tantos, que en algún momento me pareció que era la única argentina que estaba allí! Después de un tranquilo viaje de dos horas, llegamos al aeropuerto de la ciudad de Salta. Estaba lloviendo, como lo suponía, después de haber atravesado la barrera de nubes y de haber escuchado los reportes meteorológicos de los días previos.  

Ciudad de Salta
Desde el aeropuerto, tomé un taxi hasta el hotel que había reservado por internet. El Apart Hotel Ilusión, en el barrio El Portezuelo Norte, me sorprendió gratamente. Es un hotel sencillo, limpio y cómodo, con la modalidad de "departamento equipado con servicio de mucama". Allí tenía a mi disposición una habitación amplia con televisión por cable, aire acondicionado, kitchinette y un baño cómodo. No está previsto el desayuno, pero hay comodidad suficiente como para prepararlo. Allí estuve alojada durante los cinco días que permanecí en la ciudad y debo decir que no tuve ninguna queja respecto del servicio.  

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Cabildo de Salta
Esa semana que estuve en Salta me dediqué a conocer un poco más la ciudad que tanto me había gustado en mi primer viaje. Volví a recorrer las calles del centro, el Cabildo, la Catedral, la Iglesia de San Francisco y algunos lugares a los que no había tenido tiempo de ir antes como el Museo de la Ciudad "Casa de Hernández" y la Casa de Arias Rengel, donde funciona el Museo de Bellas Artes. Este último me parece un lugar imperdible: se exponen obras de artistas salteños, principalmente, aunque también hay artistas del resto del país. El día que lo visité, había una exposición muy interesante de arte tribal africano en conjunción con obras del plástico argentino Eduardo Mac Entyre sobre la misma temática.  

Otro lugar que visité fue el Museo "Pajarito Velarde", dedicado a recordar la obra de mecenazgo que Velarde desarrolló en favor de músicos de folklore y otros artistas argentinos. La casa está llena de recuerdos de los personajes que por allí pasaron y es interesante escuchar algunas anécdotas que sucedieron en ese lugar, pero la visita guiada obligatoria resulta un poco larga, ya que se extiende por casi tres cuartos de hora (o más! creo que perdí la cuenta del tiempo...), lo cual es demasiado por tratarse de un museo tan pequeño. Si se dispone de poco tiempo para estar en la ciudad, lo mejor es evitarla.  

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Frente a la Plaza 9 de Julio
Me encantaron los locales de diseño que están en los alrededores de la Plaza 9 de Julio. Ofrecen objetos y textiles muy originales en los que incorporan elementos propios de la cultura de la región. Pero casi todo era demasiado caro para mi presupuesto y (¡por suerte!) en el que más me gustaba no aceptaban tarjetas de crédito... 

Uno de mis hallazgos de este viaje fue el Mercado de venta minorista que está en la peatonal Florida y Avda. San Martín. Es un edificio antiguo donde acude la gente de la ciudad para hacer las compras de todos los días. Lo que más me gustó fue que allí descubrí variedades de alimentos y otros artículos que son propios del Norte argentino y que casi no tenemos oportunidad de verlos o de consumirlos en otras regiones del país. También se puede almorzar, cenar o comprar comida para llevarse, todo muy rico y por precios módicos.  



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Vista desde el Cerro San Bernardo
Dediqué una mañana a visitar el cerro San Bernardo, subiendo con el teleférico. El paseo es muy entretenido, sobre todo si se tiene la suerte de ir en un día soleado, ya que se aprecia una vista espectacular de la ciudad y de los cerros que la rodean. En el cerro hay un restaurante, bancos como para quedarse a descansar y apreciar el paisaje, y unos poquitos puestos de venta de artesanías y souvenirs para turistas. 


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Plaza San Martín

Cuando bajé del cerro fui a almorzar al que se convirtió en mi restaurante favorito de la provincia: Doña Salta, justo frente a la iglesia de San Francisco. Espectaculares los platos regionales, de lo mejor que se puede encontrar en la zona. Imperdibles las empanadas y la humita en chala, pero también son exquisitos otros platos menos "folklóricos" como las pastas caseras. Los precios son razonables y la atención sumamente cordial. 

La tarde de ese día la dediqué a visitar el altar de la Virgen del Cerro, en el residencial barrio de Tres Cerritos. La subida al cerro es bastante exigente, por lo que decidí tomar un remise para subir por el tramo habilitado para los autos, ya que el calor a esa temprana hora de la tarde era implacable. El coche me acercó hasta donde está permitido y desde allí seguí ascendiendo por el camino de tierra marcado para los peregrinos. Para quienes no quieran o no puedan hacer toda la subida al cerro a pie, se puede arreglar con el chofer para que espere en la explanada durante el tiempo que se quiera estar allí y luego llevar a la persona de vuelta. El lugar es bellísimo y emana una paz sobrecogedora. Tuve el extraño privilegio de estar sola durante unos cuantos minutos en la ermita donde se venera a la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús, y la experiencia me conmovió profundamente. El resto de la tarde lo dediqué a descansar y a prepararme para las excursiones que vendrían.  

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