El otro objetivo principal de mi viaje a Puerto Madryn era
ver a las ballenas en su ámbito natural. Y ese martes, alrededor de las 8.00 de
la mañana, me pasaron a buscar por el hotel en una combi para iniciar el viaje
a la Península Valdés y Puerto Pirámides.
Para ese día contraté la excursión de Flamenco Tour y nuestra guía era Claudia.
Esta excursión resulta ser de las más caras que se realizan en Madryn ya que el
avistaje de ballenas embarcado que se toma en Puerto Pirámides, debe ser
abonado aparte al operador local porque no es el mismo que hace todo el
recorrido. En este caso, la empresa que nos llevó en la embarcación era Whales Argentina y el servicio fue impecable.
Nuestro recorrido comenzó desde el norte de la ciudad. Puerto Madryn ha ido expandiéndose hacia esa zona donde
fueron creciendo los nuevos barrios cercanos al área del puerto. El norte se constituye como uno de los
principales ejes de la actividad económica de Madryn ya que allí se encuentran
radicados tres de sus Parques Industriales. El largo muelle de la planta de
Aluar y la cinta transportadora por donde ingresa la
bauxita a la planta directamente desde los barcos, conforman un hito que ha impulsado
históricamente la actividad de la ciudad. Por su gran calado, este muelle es
utilizado también por los cruceros internacionales que arriban durante
la temporada de verano. En las inmediaciones de la planta de Aluar, se
encuentra la fábrica de Cerámica San Lorenzo y las instalaciones de grandes
empresas pesqueras.
Luego seguimos rumbo hacia la entrada a la reserva que está
ubicada en el Puesto El Desempeño, donde debe abonarse el ingreso.
Desde allí se emprende el camino a través del Istmo Ameghino,
un brazo de tierra que une la Península Valdés con el
continente. Desde su porción más estrecha se divisan los dos golfos: el Nuevo y
el San José. El lugar cuenta con un Centro de
Visitantes para conocer más acerca de las ballenas y la fauna de la zona, un
mirador e instalaciones sanitarias en muy buen estado. Más adelante
pasamos por las Salinas Grande y Chica mientras
disfrutábamos la vista de la fauna típica del lugar: guanacos, maras, lechuzas,
choiques con sus charitos y ovejas merino recién esquiladas que representan
otra de las actividades que, además del turismo, sustentan la economía de las estancias que
ocupan la Península.
Mirador en el Centro de Interpretación del Istmo Ameghino
Luego
de transitar los 25 km
desde el ingreso a la reserva, ingresamos a Puerto Pirámides.
Pirámides
es el único lugar de la península que cuenta con servicios de hospedaje y
gastronomía y es desde donde parten las excursiones de avistaje de ballena
franca austral. También se ofrecen múltiples opciones para practicar buceo.
La lancha para el avistaje
Ni bien
llegamos a Puerto Pirámides, nos dirigimos al puesto de Whales Argentina para prepararnos para embarcar.
Nos dieron capas y chalecos salvavidas y subimos a la embarcación. El avistaje duró cerca de dos horas. Había bastante
viento y estaba nublado, las olas golpeaban la embarcación y mojaban a los que
estábamos sentados en la parte trasera. Las ballenas no se acercaron demasiado,
pero igualmente había varias y las pudimos ver saltando, sacando la cola cuando
se sumergían o nadando junto a sus crías. El espectáculo que vimos fue único
para cada una de las personas que allí estábamos. Es rara y conmovedora la
belleza de esos animales enormes y feos que asoman partes de sus cuerpos entre
las olas y realizan sus coreografías involuntarias para los que los miramos
desde un barquito. Tuvimos el raro privilegio de observar durante un
largo rato a un ballenato blanco con su mamá. El guía nos contaba que la
coloración de estos ejemplares, que en realidad no son totalmente blancos sino
que tienen manchas negras en su cuerpo, se debe a un problema de pigmentación y
cuando son adultos su color es gris. Los guías saben exactamente por dónde van
a aparecer las ballenas, cuánto tiempo tardan en salir a respirar, qué
movimiento van a hacer a continuación y nos van indicando para dónde mirar y si
conviene sacar una foto o quedarse mirando el espectáculo para no olvidárselo
nunca más.
Cola de ballena vista de lejos
Al desembarcar en Pirámides tuvimos un rato libre para
almorzar que aproveché para caminar un poco por las callecitas cercanas al puerto y
luego comer comer un sandwich en La Covacha.
Lo siguiente fue un recorrido por un sector de la Estancia La Elvira para visitar Punta Cantor, desde donde se observa la Caleta Valdés con
un apostadero natural de elefantes marinos. En este sector de la Estancia se
puede realizar un recorrido por un sendero autoguiado donde se describe la
flora y la fauna propia del lugar. El trayecto por el sendero resultó ser un
poco largo para el poco tiempo que estuvimos, así que tuve que apurarme para
poder completarlo y no irme de allí sin ver la magnífica vista aérea de la
Caleta que luego reconocí desde más arriba, cuando estaba en el avión de
regreso a Buenos Aires.
Caleta Valdés con elefantes marinos
La última parada fue un par de kilómetros más adelante para
visitar una colonia de pingüinos de Magallanes que se asentó en un acantilado a partir de 2009.
Pingüinos en Punta Cantor
El viaje de vuelta a Madryn fue más rápido que la ida y todos
aprovechamos para dormir una siesta acunados por el vaivén de la camioneta
sobre el camino de ripio.